viernes, 27 de diciembre de 2013

El negociador - Frederick Forsyth (Prólogo)

Les dejo el prólogo de esta gran obra con el objetivo de que la lean ya que es excelente, está muy bien escrita y la información proporcionada es fenomenal. Si te gusta la novela de misterio y policiaca este libro es para ti.


Prólogo:

   El sueño volvió de nuevo, justo antes que la lluvia. Él no pudo oírla. Mientras dormía, le poseyó aquel sueño.
   Otra vez el claro del bosque, en Sicilia, mucho más arriba de Taormina. Él salió de la espesura y caminó despacio hacia el centro del calvero, como estaba convenido. Llevaba el maletín en la mano derecha. Se detuvo en medio de la explanada, dejó la cartera en el suelo, retrocedió seis pasos y se hincó de rodillas.     Según lo convenido. El maletín contenía mil millones de liras.
   Se había tardado seis semanas en negociar la liberación de la niña, poco tiempo en relación con la mayoría de casos precedentes, los cuales llegaban a durar hasta meses. Durante seis semanas, se había sentado junto al experto de la oficina de los Crabinieri en Roma, otro siciliano, pero del bando de los buenos, y le había aconsejado acerca de la táctica. El oficial de Carabinieri llevó la voz cantante. Se acordó al fin la liberación de la hija del joyero de Milán, secuestrada en la casa de veraneo de la familia cercana a la playa de Cefalú. Casi un millón de dólares USA. Habían pedido el quíntuple de esta cifra; pero la Mafia acabó conformándose.
   Un hombre enmascarado y de rudo aspecto salió del otro lado del bosque; iba sin afeitar y llevaba una escopeta colgada del hombro. Cogida de la mano, traía la niña de diez años. Iba descalza, estaba asustada pálida; pero parecía ilesa. Al menos físicamente. La pareja avanzó en dirección a él; y pudo ver los ojos del bandido mirándole fijamente a través de la máscara y, después, observando el bosque a su espalda.
   El mafioso se detuvo junto al maletín, ordenó a la niña que se estuviese quita, y ella obedeció. Pero contempló a su salvador con ojos grandes y negros. Ya falta poco, pequeña; espera ahí, chiquilla.
   El bandido revolvió los fajos de los billetes hasta quedar convencido de que no le engañaban. El hombre alto y la niña se miraron. Él le hizo u guiño; ella le correspondió con una ligera sonrisa. El enmascarado cerró el maletín y empezó a retirarse sin volverse, hacia el lugar de donde vino. Había llegado a los árboles, cuando ocurrió aquello.
   No era el hombre de los Carabinieri de Roma; era el tonto del pueblo. Hubo un estrépito de disparos de rifle; el bandido del maletín se tambaleó y cayó. Naturalmente, sus amigos estaba apostados sobre los pinos detrás de él, a cubierto. Respondieron al fuego. En un segundo, el claro del bosque fue rasgado por rosarios de balas volantes. Él gritó: "AL SUELO..." en italiano; pero la niña no le oyó, o le entró pánico y trató de acercársele corriendo. Él se levantó y se apresuró a salvar los veinte pasos que les separaban.
   Casi lo consiguió. Podía verla allí, casi tocarla con las puntas de los dedos, a pocos centímetros de su mano derecha, que se hallaba ya dispuesta a arrastrarla y hacer que se tumbase entre las altas hierbas; podía ver el miedo en sus grandes ojos, los dientecitos blancos en la boca que gritaba... Y entonces descubrió la brillante rosa carmesí que se abría en la pechera de su fino vestido de algodón. La niña cayó como si la hubiesen golpeado en la espalda, y él se vio tendido sobre ella, cubriéndola con su cuerpo hasta que cesó el fuego y los mafiosos escaparon a través del bosque. Estuvo sentado allí, acunando el pequeño cuerpo inerte en sus brazos, llorando e increpando a la policía local, que no comprendía nada y llegaba demasiado tarde:
   -No, no, Dios mío, otra vez no...

Tomado de: El Negociador - Frederick Forsyth


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